A VUELTAS CON EL CENTRO DE ARTE RUPESTRE DE MORATALLA

     Estamos asistiendo en estas últimas semanas a la polémica suscitada por el cierre del Centro de Arte Rupestre de Moratalla, habiéndose hecho eco la prensa regional de las declaraciones de los distintos actores involucrados en la cuestión.
     Desde un primer momento, el Centro nació condenado al fracaso. Adherido al Sistema Regional de Museos, el principal problema es que nunca contó con un proyecto serio de funcionamiento vinculado a los objetivos con los que fue creado. Tal y como se recoge, todavía, en la página web del Centro y en los folletos editados en su día, el Centro nacía para cumplir una triple función:
1. Ser un referente técnico para la investigación, estudio y conservación de este legado patrimonial.
2. Ser un referente social desde el que promover la educación y la sensibilización ciudadana.
3. Contribuir a la dinamización turística y socioeconómica de Moratalla y del conjunto de la Comarca de Noroeste.
     Cuando han pasado seis años entre su inauguración y su clausura, lamentablemente podemos decir que en ningún momento ha conseguido alcanzar alguno de los objetivos propuestos.
     Sobre su pretensión de convertirse en «referente técnico», jamás ha contado con un proyecto científico de trabajo sistematizado y planificado; no ha gozado de una dotación material que lo desarrollase; nunca se ha pretendido poner en valor la biblioteca especializada en Prehistoria y Arte Rupestre, que ha quedado convertida en un simple almacén de libros; y se heredó una revista científica consolidada como es la de Cuadernos de Arte Rupestre, presente en más de 120 instituciones mundiales, y la incompetencia la dejó morir durante cuatro años para editarla ahora en formato digital.
     Como «referente social» la situación no es mejor. No ha habido un programa de promoción del Centro en ninguno de los sectores estratégicos de la sociedad. Sirva como ejemplo paradigmático que, trabajando como docente en un centro de enseñanza secundaria, nunca hemos recibido, y han sido seis años de vida del Centro, noticia alguna de su existencia. ¿Cómo se puede hablar, sin caer en la demagogia, de promoción de la educación y sensibilización ciudadana hacia el arte rupestre como objetivo cuando los centros escolares, que deberían ser la piedra angular en la que centrar esa labor de promoción no han recibido información alguna sobre el Centro?
     Por último, sin el logro de alguno de los objetivos anteriores, resulta imposible conseguir el tercero.
     Gran parte de culpa de esta situación la ha tenido también el hecho de que el Centro haya carecido de la figura de un director dotado de la capacidad y la competencia suficientes para llevarlo a buen puerto.
     Y en este punto debemos reconocer que entre los problemas no estaba el económico. Es cierto que tras su inauguración en 2007, se dotó al Centro de una plantilla de tres guías que atendían a los eventuales visitantes durante seis días a la semana. El problema es que también en este aspecto no se supo evaluar la situación. La afluencia de público, por las razones comentadas antes, ha sido muy escasa y en ningún momento ha justificado la contratación de tanto personal. El propio Consejero de Cultura reconoce que, dada la escasa afluencia de gente, con abrir el Centro los fines de semana sería suficiente (diarios La Verdad y La Opinión, 19-3-2013). Consecuencia de todo ello, a la vista de que no se hizo nada para aumentar el número de visitas, durante cuatro años ha habido un mal gasto de dinero que la realidad del Centro difícilmente justificaba.
     La situación ha empeorado en este último año. El servicio de guías, que debería haber sido racionalizado mucho antes, fue suprimido en su totalidad y sustituido por tres turnos de un vigilante jurado que permanecía en el Centro día y noche. ¿No hubiera sido más racional instaurar dos turnos de guías para atender a los visitantes durante el día, y dejar un único turno de vigilancia durante la noche? El gasto habría sido prácticamente el mismo, pero el Centro hubiera estado abierto y los visitantes debidamente atendidos.
     El panorama actual es que el Centro está cerrado al público y sin vigilancia. Por la prensa conocemos que la Consejería de Cultura y el Ayuntamiento de Moratalla están negociando la reapertura, aunque las posturas son muy distantes. Si hay algo que está fuera de toda duda es que el Centro de Arte Rupestre tiene una importancia primordial para el municipio. Para Moratalla, este debe ser realmente un eje básico de dinamización de la economía y de la vida social y cultural. Quizás por ello, tampoco se entiende que desde su inauguración en 2007, el propio Ayuntamiento de Moratalla delegará toda la gestión del Centro a la Consejería de Cultura, sin preocuparse de que funcionara de manera óptima, y sin detectar que el Centro no estaba cubriendo los objetivos para los que fue creado. Esta dejadez por parte de los responsables municipales de aquel momento también es algo necesario de resaltar.
     Estos últimos días hemos podido leer, en boca del propio Consejero de Cultura, que para su departamento, el Centro es un «objetivo número uno», que es un museo «estratégico» y que son conscientes de su importancia, pero que la situación económica obliga a replantear las políticas. A nadie de escapa que la realidad económica es difícil, pero, ¿cuántos museos adscritos al Sistema Regional de Museos han sido cerrados además de éste? ¿Por qué solo éste?
     Hoy podemos leer en prensa que la Consejería de Cultura se ha puesto en contacto con una empresa que, según ha desvelado el propio Consejero, «gestionaría el museo, que abriría los fines de semana dado su baja afluencia [de visitantes]» (diarios La Verdad y La Opinión, 19-3-2013). Durante los seis años de vida del Centro, su gestión ha estado en manos de la Consejería de Cultura, sin participación alguna por parte del Ayuntamiento de Moratalla. Si hay una empresa dispuesta a gestionar el Centro durante los fines de semana, ¿por qué la Consejería no cede directamente la gestión a esa empresa, como ha hecho durante los seis años anteriores? ¿Por qué quiere que sea el Ayuntamiento de Moratalla el que se involucre en esa concesión? ¿Acaso la Consejería es consciente de que esa concesión no es la solución? ¿Podría ser ésta una forma de «quitarse el muerto» para que sea el propio Ayuntamiento el que, a la postre, cargue con la culpa de haber cerrado el Centro ante la inviabilidad del planteamiento?
     El pasado domingo escribía el Consejero en su sección literaria del diario La Verdad (17-3-12, p. 58) que «la política no necesita de grandes profesionales, sino de excelentes amateurs». Y hoy insiste en que «ahora mismo el buen gestor tiene que demostrar que con mucho menos se las ingenia para mantener abiertos todos los establecimientos culturales» (diarios La Verdad y La Opinión, 19-3-2013). Pues este Consejero ya puede apuntarse un cierre. Coincido con él en que los buenos gestores son necesarios en la política, pero debe saber que el buen gestor se ve también cuando en la época de bonanza invierte el dinero con criterio y racionalidad.
     En este sentido, recordaré siempre algunas de las perfomances que formaron parte del macroproyecto cultural que titulado «Estratos» iba a situar hace algunos años a Murcia en el mapa mundial del arte. Pero, de entre todas, hubo dos que me marcaron terriblemente: primero, una señora, que se supone artista, dejó un montón de escombros en un solar de Murcia, y segundo, dos individuos, que en su infancia debieron sufrir algún tipo de trauma, estuvieron durante varios días haciendo un agujero en un jardín público de la ciudad para enterrarse vivos. Y estas, en mi libre opinión, «mamarrachadas» se nos vendieron como muestras sublimes de arte contemporáneo. Estoy seguro de que si yo hago lo mismo, no solo no me pagan el «pastón» que debieron cobrar estos personajes, sino que me acusan de sendos delitos contra el mobiliario y espacio urbano, y me llevan al calabozo. Pero claro, yo ni soy artista ni tampoco soy el gestor del dinero público. ¡Qué le vamos a hacer!

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